En otoño vuelvo al cole
y las cigüeñas se van,
no me baño en la piscina
porque el frío
empieza ya.
Las hojas se visten solas
de color amarillo,
le dicen adiós al árbol
y se caen
poco a poquito. https://www.pequeocio.com
TEXTO 2
Había una vez un ratón muy astuto, tan astuto que siempre se guardaba las mejores cosas para sí y nunca dejaba nada para los demás. Un buen día llega el leopardo y decide darle una lección muy valiosa para demostrarle que debe compartir y ser generoso con los demás. ¿Quieres saber cuál fue la lección? Pues el leopardo le hizo ver que de poco o nada le sirve tener muchas cosas si no las comparte y las disfruta con sus amigos.
Personajes: el ratón (astuto y quizás un poco egoísta), el leopardo, el gorila y el avestruz.
Lugar de la acción: la selva.
Primer acto
Se abre el telón. El ratón está paseando tranquilamente por la selva un día soleado.
Ratón: (camina despreocupado) ¡Qué día tan bonito hace hoy! Seguro que encuentro algo con lo que divertirme mientras estoy de paseo.
(Justo en ese momento se encuentra toda una ristra de bananas que alguien ha olvidado en el camino).
Ratón: ¿Pero qué ven mis ojos? ¡Un montón de riquísimos plátanos que parecen no tener dueño! Me los guardaré todos para mi solito. ¡Seguro que me duran un montón de tiempo! (Mientras, los mete en su mochila).
(Aparece el gorila caminando por el otro lado del escenario).
Ratón: Amigo gorila, ¿dónde vas tan cabizbajo? ¿Quieres venir de paseo conmigo? He decidido que voy a ir a la charca a tomar un poco de agua fresca.
Gorila: Ya me gustaría, pero he de buscar algo de comida para mi familia y para mí antes de que caiga el sol. Luego ya no se verá nada y será mucho más complicado encontrar algo.
Ratón: (Mira hacia la mochila, donde lleva los plátanos, pero decide no decir nada) ¡Vaya! Pues suerte en tu tarea. Yo seguiré con mis pasos. Ya nos veremos otro día.
Los dos amigos se despiden y cada uno sigue su camino. El gorila se toca el estómago y pone cara de dolor porque tiene mucha hambre. Se va deprisa. El ratón abre la mochila y se come un plátano mientras se va a casa.
Se cierra el telón.
Segundo acto.
Se abre el telón y se ve al avestruz corriendo de un lado para el otro.
Avestruz: ¡Qué vergüenza he pasado! He visto hace un rato a unos humanos y he salido corriendo dejando toda la entrada de la casa sin barrer. Y ahora ya no me da tiempo porque tengo que ir a por piedras para terminar de arreglar el tejado. (Corre apresurada de un lado para otro).
Entra el ratón.
Ratón: (Se acerca al ver al avestruz tan preocupada) ¿Qué te ocurre? ¿Por qué tanto revuelo?
Avestruz: Mira lo que me ha pasado... Estaba yo tan tranquila barriendo la entrada de mi casa cuando de pronto he visto asomar a unos humanos, me he puesto tan nerviosa que lo he dejado todo tal cual y he salido corriendo a meter la cabeza en un hoyo grande para no ser descubierta. Y ahora tengo tanta prisa que ya no puedo buscar piedras para arreglar el tejado de mi hogar.
Ratón: (Sin que el avestruz le oiga). No tengo nada que hacer podría ayudarle pero...
Ratón: (Dirigiéndose al avestruz) ¡Vaya, cuánto lo siento! Yo es que me dirigía a la charca a buscar agua para llevar en la vasija a casa, así que no puedo parar a ayudarte.
Sigue su camino con una sonrisa pícara y sale de escena.
Avestruz: (Corre de un lado para otro en busca de una solución) Tendré que darme prisa si las piedras adecuadas quiero encontrar antes de que se haga de noche. Quizás si miro por ahí...
Se cruza con el gorila que seguía buscando sus preciados plátanos.
Gorila: Hola amiga avestruz, ¿en qué aventura andas metida ahora?
Avestruz: Hola gorila, ¿cómo estás? Hacia ya mucho que no te veía. Pues mira, estoy buscando la mejor forma de arreglar el tejado, y además he de hacerlo rápido si quiero volver a tiempo para terminar de barrer la entrada de la casa. ¿Tú que haces? Te noto algo apresurado.
Gorila: Sí, tengo mucha prisa, necesito encontrar plátanos para toda la familia. Pero aún tengo un rato para ayudarte a dar con la solución para tu tejado. ¿Quieres que busquemos las piedras y los plántanos juntos?
Avestruz: ¡Qué buena idea! ¡Manos a la obra!
Entra el leopardo en la escena mientras el avestruz y el gorila parecen estar buscando piedras.
Leopardo: Esperad un momento, he de deciros una cosa. Hace un rato vi pasar al ratón sin nada mejor que hacer, con un montón de plátanos bajo el brazo. Y no ha querido ni compartirlos y dedicar un rato a ayudar a buscar piedras.
Avestruz y gorila: (ambos sorprendidos) ¡No puede ser!
Avestruz: A mí me dijo que tenía prisa por recoger agua en su vasija.
Gorila: Y a mí me contó que no tenía nada para comer... ¿Cómo es posible?
Leopardo: Yo creo que este travieso ratón no sabe lo que es la generosidad. Vamos a darle un lección.
Todos a una: ¡Sí! Démosle una valiosa lección sobre la generosidad.
Se cierra el telón.
Tercer acto.
Se abre el telón. Entran en escena el leopardo comiéndose un plátano, el leopardo con una bolsa llena de plátanos y el avestruz cargando unas rocas. Están muy felices. El ratón entra por el otro lado de la escena.
Leopardo: ¡Qué rico está este bocado!
Gorila: ¡Y qué bien se disfruta al lado de los amigos.
Avestruz: ¡Y estas rocas son justo lo que necesitaba para arreglar el tejado de mi casa! Además estamos todos muy tranquilos porque hemos acabado todas las cosas a tiempo.
Ratón: (Parece cansado) Hola amigos, ¡qué alegría veros! ¿Qué estáis comiendo? ¡Tengo tanta hambre! Si queda sitio para uno más me gustaría unirme (dice con cara de travieso).
Leopardo: ¡Claro! Siéntate con nosotros, aquí todos somos amigos y compartimos lo que tenemos con los demás.
(El ratón dio buena cuenta de su ración y, al ver lo buenos amigos que eran ellos tres, le entra remordimiento y decide contar la verdad).
Ratón: Tengo que contaros una cosa.
Avestruz, gorila y leopardo: ¿El qué? (Preguntan a la vez mirándose de reojo pues ya saben la confesión que ha hacer el astuto ratón).
Ratón: Lo cierto es que yo tengo plátanos en casa y también tenía tiempo de sobra para ayudar a la avestruz a buscar las piedras. Pero me pareció más divertido pensar solo en mí y no hacer nada por los demás. ¿Podréis perdonarme? Con mucho gusto compartiré los ricos plátanos.
Leopardo: Yo también tengo que confesarte que ya lo sabía todo, de hecho, nos habíamos sentado justo aquí para que vieras lo importante que es saber compartir y aprender el gran valor de la generosidad.
Ratón: ¡Cuánta razón tienes! A partir de ahora lo haré de otra forma. Es mejor ayudar, compartir y disfrutar de la amistad que caminar solo por el bosque.
Los personajes quedan felices. Se cierra el telón.
¡Fin de la obra y unos merecidos aplausos!
TEXTO 3
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.
Es este seño soy malena esque no lo encuentro
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